lunes, 9 de diciembre de 2013

Héctor Castro, el hombre que abrazó la gloria



Debido a que tenemos muy reciente en nuestras retinas el sorteo de la Copa Mundial de la FIFA Brasil 2014, esta semana nos ahondamos en una historia que se da dentro del primer Mundial de Fútbol, jugado en Uruguay en 1930.
El protagonista es un jugador Uruguayo de aquella época llamado Héctor Castro. Nacido  en 1904, en Montevideo, Héctor tiene una historia muy particular, ya que a lo largo de su carrera fue un jugador especial, no sólo por sus dotes técnicos a la hora de manejar el balón, sino porque le faltaba la mitad de su brazo derecho. El incidente que produjo este impedimento físico se dio cuando Héctor tenía trece años y trabajaba con su padre. Trabajando fue donde, al manipular una sierra eléctrica tuvo una accidente que generó que le cortaran su mano derecha de raíz, dejando en su lugar un muñón. Esto no le impidió cumplir su sueño, sino que lo ayudó a superarse día a día para demostrar que él era un jugador igual a los demás.
En 1921, cuatro años luego de su accidente, se convierte en el primer futbolista “manco” en fichar para el Athletic Club de Montevideo, un equipo desaparecido en la actualidad. Su gran trabajo en el Athletic lo llevó a ganarse un lugar en Nacional, uno de los equipos más importantes de Uruguay, en el cuál fichó en 1924. Allí se ganó a los fanáticos, los que lo apodaron “el divino manco”. Jugaba por el lado derecho, llegando con gran facilidad al área rival, donde su mejor virtud era el cabezazo, convirtiendo su incapacidad en una gran estrategia: se ayudaba de su muñón para coger ventaja sobre su rival en cualquier balón aéreo. 
Sus buenas actuaciones le posibilitan una oportunidad de debutar en la Selección Uruguaya en 1926, con sólo 22 años. Con la selección charrúa ganó una Copa América en 1926 y la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928 (goleador del equipo con 7 tantos).

Héctor, como tantos jugadores de la “celeste” esperó con ansias la el prestigioso Torneo Internacional que se disputaría por primera vez en su tierra, Uruguay, que fue escogida por voto unánime en el Congreso Internacional de la FIFA en 1928, debido a la obtención de la medalla dorada unos meses atrás en los Juegos Olímpicos. En su primer partido mundialista, “el divino manco” anotó el único gol para que Uruguay venciera a Perú en el mítico Estadio Centenario. En Semifinales, Argentinos y Uruguayos vencieron a sus respectivos rivales, Estados Unidos y Yugoslavia por 6 a 1 y se clasificaron a la final, durante ese partido, Héctor no tuvo participación, pero no se le iba a privar de perderse el último partido, como ocurrió en Ámsterdam dos años atrás.
Gol de Castro en la Final de la Copa del Mundo de 1930 a Argentina
En el descanso de la primera final de la Copa Mundial, Argentina vencía a Uruguay por 2 a 1 y parecía que el título se iría al otro lado del Río de la Plata. En el segundo tiempo, la selección anfitriona salió decidida a dar vuelta el resultado y logró ponerse arriba por 3 a 2.  En los últimos minutos y con Argentina decidida a buscar el gol que les posibilitara ir a los penales, Uruguay salió de contra y tras un centro medido de Pablo Dorado (autor del primer gol), se encontró sólo frente al arquero el jugador que esperó toda su vida por ese momento, ese preciso instante para demostrar a todo el mundo que el corazón y el esfuerzo tienen sus frutos, ese jugador era Héctor “el manco” Castro, que tras usar su técnica favorita, apoyarse en el rival con su muñón, impactó de cabeza el centro y en el minuto 89’ cerró la victoria de Uruguay, el primer Campeón del Mundo.
Castro es recordado como un héroe en su Montevideo natal, ya que anotó el primer gol de Uruguay en la historia de los Mundiales y el gol que les dio su primera Copa.  En 1935 consiguió con su selección una nueva Copa América y en 1936 dio fin a su carrera como futbolista. Sumó un total de 145 goles en 231 partidos, tres campeonatos ligueros de la Primera División de Uruguay en 1924, 1933 y 1934 con Nacional; y 30 tantos en 54 encuentros, las Copas Américas de 1926 y 1935, el oro en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928 y la primera Copa del Mundo con su selección. Sin embargo, no dejó el fútbol del todo, fue el técnico de su equipo, Nacional, y allí llevó al conjunto a conseguir las ligas uruguayas en 1940, 1941, 1942, 1943 y 1952. Además, en 1959, apoyado por la prensa y por los aficionados al fútbol de su país, se convirtió en el entrenador de la selección Uruguaya. Presentó la renuncia al cargo pocos meses después de aceptarla en medio de un mar de misterio. Dos semanas después, el mundo futbolero y Uruguay lloraron la muerte de uno de sus ídolos.



El 15 de septiembre de 1960 fallecía Héctor Castro a la edad de 55 años debido a un ataque cardíaco, coronado del todo como una leyenda del fútbol uruguayo y mundial. Clave en la época dorada del fútbol en Uruguay, tanto en Nacional como en la selección absoluta. Un ejemplo de superación y de fuerza de voluntad. El Manco que abrazó la gloria.