lunes, 17 de marzo de 2014

Francis Ouimet, el chico que cambió el golf

  Corría el año 1913 y el golf ya era un deporte relativamente conocido y practicado por las élites de los paises del primer mundo de la época. El deporte se encontraba reglado, organizado y contaba ya, con dos Majors (torneos más importantes), el Abierto Británico y el US OPEN.
  La historia del día, tiene lugar en la décimoctava edición del Abierto de Golf de los Estados Unidos, y el protagonista es un joven Caddie (asistente del golfista profesional que lleva sus palos y anotaciones durante los 18 hoyos) llamado Francis Ouimet. El joven, hijo de padre franco-canadiense y madre irlandesa, se ganaba la vida ejerciendo de Caddie en el Country Club de Brookline, Massachusetts, lugar que albergaba por primera vez al Major Estadounidense y, casualmente, se situaba al lado de su casa.
  El torneo fue esperado por todos los fanáticos del deporte debido a que, allí competirían los dos grandes jugadores de la época, los ingleses Harry Vardon, ganador de cinco British y un US Open, y Ted Ray, ganador de la última edición del Abierto Británico. Tal fue el movimiento que generó la llegada de estos dos jugadores, que la USGA (Asociación de Golf de los Estados Unidos) cambió la fecha del torneo para que ambos pudieran competir.
  Antes del incio de la competencia, la USGA buscaba a un jugador amateur y local que pudiera atraer al público joven y, de paso, hacerle frente a los gigantes ingleses que querían conquistar el trofeo en suelo americano. Allí ingresa Francis Ouimet, que con sus 20 años debuta en el Major gracias a la invitación de la Federación, cabe aclarar que Francis, quién era Caddie desde los 9 años, aprendió las costumbres y los movimientos clásicos de los golfistas y tenía conocimiento básico de lo que iba a enfrentar.
Eddie Lowery y Francis Ouimet




  A la hora de elegir a su Caddie durante el torneo, Ouimet escogió a un niño llamado Eddie Lowery, de 10 años y un 1.20 metros de altura
, lo que hizo que el público se inclinara hacia ellos debido a que eran solamente dos chicos con muchos sueños y sin nada que perder. Eso sí, ambos soportaron burlas y comentarios adversos de las personas del pueblo e incluso, Francis siguió adelante aunque su padre no aprobaba su decisión de competir.
  Durante la competencia, como era de esperarse, Vardon y Ray lideraban en la cima. Pero la "Cenicienta" del torneo era Francis Ouimet, que logró el apoyo total del público local con su muy buena actuación, la que le posibilitó llegar al playoff del último día de competencia junto a Vardon y Ray, luego de un espectacular Birdie en el hoyo 17.
  Debido a que en la cima se encontraban empatados los dos favoritos del mundo del golf y el favorito del público local, se decidió que el desempate se disputara un día después, a 18 hoyos en el mismo campo. Aquel día asistieron más de 11.000 personas, todo un récord de asistencia. Allí se vió la mejor versión del joven amateur y su elocuente Caddie, que le repetía reiteradamente "mantén la cabeza baja que yo miraré la bola”, como si tuviera varios años de experiencia en el negocio. Durante los primeros nueve hoyos de desempate, los tres continuaron igualados con 38 golpes. Comenzada la vuelta, en el hoyo 10, Vardon y Ray hicieron boggey y, por primera vez, Ouimet estuvo adelante en el marcador con un golpe de ventaja. En el hoyo 15, Ted Ray hizo un doble boggey y se despidió de la competencia, dejando mano a mano a Vardon, el súpercampeón, y al joven Ouimet.
Harry Vardon, Francis Ouimet y Ted Ray
  Ya llegados al penúltimo hoyo, el cual se encontraba frente a la casa de Ouimet, Vardon intentó acortar la ventaja que sostenía su rival con un tiro jugado que finalizó con la pelota dentro de un bunker. Vardon finalizó el hoyo con un boggey. Por su parte, Ouimet embocó un putt de 5 metros para hacer uno bajo y lograr una ventaja de tres golpes que ampliaría a cinco en el último hoyo.
  De esta manera, Francis Ouimet, un joven de 20 años, hijo de padres inmigrantes, sacudía al mundo del golf tras vencer a los dos mejores jugadores de la época y darle a los Estados Unidos un título que no olvidaría jamás. Su victoria fue un símbolo de patriotismo y humildad para la época y motivó la incurrencia de muchos jóvenes al deporte y la construcción de más campos para la práctica. Desde ese día, el golf cambió para siempre...


Francis Ouimet llevado en alzas por el público del Country Club luego de su victoria

"La historia de Francis Ouimet se puede ver recreada en la película Juego de Honor ("The Greatest Game Ever Played") de 2005"

lunes, 9 de diciembre de 2013

Héctor Castro, el hombre que abrazó la gloria



Debido a que tenemos muy reciente en nuestras retinas el sorteo de la Copa Mundial de la FIFA Brasil 2014, esta semana nos ahondamos en una historia que se da dentro del primer Mundial de Fútbol, jugado en Uruguay en 1930.
El protagonista es un jugador Uruguayo de aquella época llamado Héctor Castro. Nacido  en 1904, en Montevideo, Héctor tiene una historia muy particular, ya que a lo largo de su carrera fue un jugador especial, no sólo por sus dotes técnicos a la hora de manejar el balón, sino porque le faltaba la mitad de su brazo derecho. El incidente que produjo este impedimento físico se dio cuando Héctor tenía trece años y trabajaba con su padre. Trabajando fue donde, al manipular una sierra eléctrica tuvo una accidente que generó que le cortaran su mano derecha de raíz, dejando en su lugar un muñón. Esto no le impidió cumplir su sueño, sino que lo ayudó a superarse día a día para demostrar que él era un jugador igual a los demás.
En 1921, cuatro años luego de su accidente, se convierte en el primer futbolista “manco” en fichar para el Athletic Club de Montevideo, un equipo desaparecido en la actualidad. Su gran trabajo en el Athletic lo llevó a ganarse un lugar en Nacional, uno de los equipos más importantes de Uruguay, en el cuál fichó en 1924. Allí se ganó a los fanáticos, los que lo apodaron “el divino manco”. Jugaba por el lado derecho, llegando con gran facilidad al área rival, donde su mejor virtud era el cabezazo, convirtiendo su incapacidad en una gran estrategia: se ayudaba de su muñón para coger ventaja sobre su rival en cualquier balón aéreo. 
Sus buenas actuaciones le posibilitan una oportunidad de debutar en la Selección Uruguaya en 1926, con sólo 22 años. Con la selección charrúa ganó una Copa América en 1926 y la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928 (goleador del equipo con 7 tantos).

Héctor, como tantos jugadores de la “celeste” esperó con ansias la el prestigioso Torneo Internacional que se disputaría por primera vez en su tierra, Uruguay, que fue escogida por voto unánime en el Congreso Internacional de la FIFA en 1928, debido a la obtención de la medalla dorada unos meses atrás en los Juegos Olímpicos. En su primer partido mundialista, “el divino manco” anotó el único gol para que Uruguay venciera a Perú en el mítico Estadio Centenario. En Semifinales, Argentinos y Uruguayos vencieron a sus respectivos rivales, Estados Unidos y Yugoslavia por 6 a 1 y se clasificaron a la final, durante ese partido, Héctor no tuvo participación, pero no se le iba a privar de perderse el último partido, como ocurrió en Ámsterdam dos años atrás.
Gol de Castro en la Final de la Copa del Mundo de 1930 a Argentina
En el descanso de la primera final de la Copa Mundial, Argentina vencía a Uruguay por 2 a 1 y parecía que el título se iría al otro lado del Río de la Plata. En el segundo tiempo, la selección anfitriona salió decidida a dar vuelta el resultado y logró ponerse arriba por 3 a 2.  En los últimos minutos y con Argentina decidida a buscar el gol que les posibilitara ir a los penales, Uruguay salió de contra y tras un centro medido de Pablo Dorado (autor del primer gol), se encontró sólo frente al arquero el jugador que esperó toda su vida por ese momento, ese preciso instante para demostrar a todo el mundo que el corazón y el esfuerzo tienen sus frutos, ese jugador era Héctor “el manco” Castro, que tras usar su técnica favorita, apoyarse en el rival con su muñón, impactó de cabeza el centro y en el minuto 89’ cerró la victoria de Uruguay, el primer Campeón del Mundo.
Castro es recordado como un héroe en su Montevideo natal, ya que anotó el primer gol de Uruguay en la historia de los Mundiales y el gol que les dio su primera Copa.  En 1935 consiguió con su selección una nueva Copa América y en 1936 dio fin a su carrera como futbolista. Sumó un total de 145 goles en 231 partidos, tres campeonatos ligueros de la Primera División de Uruguay en 1924, 1933 y 1934 con Nacional; y 30 tantos en 54 encuentros, las Copas Américas de 1926 y 1935, el oro en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928 y la primera Copa del Mundo con su selección. Sin embargo, no dejó el fútbol del todo, fue el técnico de su equipo, Nacional, y allí llevó al conjunto a conseguir las ligas uruguayas en 1940, 1941, 1942, 1943 y 1952. Además, en 1959, apoyado por la prensa y por los aficionados al fútbol de su país, se convirtió en el entrenador de la selección Uruguaya. Presentó la renuncia al cargo pocos meses después de aceptarla en medio de un mar de misterio. Dos semanas después, el mundo futbolero y Uruguay lloraron la muerte de uno de sus ídolos.



El 15 de septiembre de 1960 fallecía Héctor Castro a la edad de 55 años debido a un ataque cardíaco, coronado del todo como una leyenda del fútbol uruguayo y mundial. Clave en la época dorada del fútbol en Uruguay, tanto en Nacional como en la selección absoluta. Un ejemplo de superación y de fuerza de voluntad. El Manco que abrazó la gloria.








lunes, 18 de noviembre de 2013

domingo, 17 de noviembre de 2013

Entrevista a Jesse Owens, el atleta que se ganó el respeto de todos

El 25 de Mayo de 1935 un humilde y desconocido atleta negro de los Estados Unidos que trabajaba en una gasolineria se ganó en 45 minutos y cuatro récords Mundiales el pase a las Olimpiadas de Berlín, el lugar de su consagración ante Hitler y el mundo.

Entrevista a Jesse Owens