Debido a que
tenemos muy reciente en nuestras retinas el sorteo de la Copa Mundial de la
FIFA Brasil 2014, esta semana nos ahondamos en una historia que se da dentro
del primer Mundial de Fútbol, jugado en Uruguay en 1930.
El protagonista
es un jugador Uruguayo de aquella época llamado Héctor Castro. Nacido en 1904, en Montevideo, Héctor tiene una historia
muy particular, ya que a lo largo de su carrera fue un jugador especial, no
sólo por sus dotes técnicos a la hora de manejar el balón, sino porque le
faltaba la mitad de su brazo derecho. El incidente que produjo este impedimento
físico se dio cuando Héctor tenía trece años y trabajaba con su padre.
Trabajando fue donde, al manipular una sierra eléctrica tuvo una accidente que
generó que le cortaran su mano derecha de raíz, dejando en su lugar un muñón.
Esto no le impidió cumplir su sueño, sino que lo ayudó a superarse día a día
para demostrar que él era un jugador igual a los demás.
En 1921, cuatro
años luego de su accidente, se convierte en el primer futbolista “manco” en
fichar para el Athletic Club de Montevideo, un equipo desaparecido en la
actualidad. Su gran trabajo en el Athletic lo llevó a ganarse un lugar en
Nacional, uno de los equipos más importantes de Uruguay, en el cuál fichó en
1924. Allí se ganó a los fanáticos, los que lo apodaron “el divino manco”. Jugaba
por el lado derecho, llegando con gran facilidad al área rival, donde su mejor
virtud era el cabezazo, convirtiendo su incapacidad en una gran estrategia: se
ayudaba de su muñón para coger ventaja sobre su rival en cualquier balón
aéreo.
Sus buenas
actuaciones le posibilitan una oportunidad de debutar en la Selección Uruguaya
en 1926, con sólo 22 años. Con la selección charrúa ganó una Copa América en
1926 y la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928 (goleador
del equipo con 7 tantos).
Héctor, como
tantos jugadores de la “celeste” esperó con ansias la el prestigioso Torneo
Internacional que se disputaría por primera vez en su tierra, Uruguay, que fue
escogida por voto unánime en el Congreso Internacional de la FIFA en 1928,
debido a la obtención de la medalla dorada unos meses atrás en los Juegos
Olímpicos. En su primer partido mundialista, “el divino manco” anotó el único
gol para que Uruguay venciera a Perú en el mítico Estadio Centenario. En
Semifinales, Argentinos y Uruguayos vencieron a sus respectivos rivales,
Estados Unidos y Yugoslavia por 6 a 1 y se clasificaron a la final, durante ese
partido, Héctor no tuvo participación, pero no se le iba a privar de perderse
el último partido, como ocurrió en Ámsterdam dos años atrás.
Gol de Castro en la Final de la Copa del Mundo de 1930 a Argentina |
En el descanso
de la primera final de la Copa Mundial, Argentina vencía a Uruguay por 2 a 1 y
parecía que el título se iría al otro lado del Río de la Plata. En el segundo
tiempo, la selección anfitriona salió decidida a dar vuelta el resultado y
logró ponerse arriba por 3 a 2. En los
últimos minutos y con Argentina decidida a buscar el gol que les posibilitara
ir a los penales, Uruguay salió de contra y tras un centro medido de Pablo
Dorado (autor del primer gol), se encontró sólo frente al arquero el jugador
que esperó toda su vida por ese momento, ese preciso instante para demostrar a
todo el mundo que el corazón y el esfuerzo tienen sus frutos, ese jugador era
Héctor “el manco” Castro, que tras usar su técnica favorita, apoyarse en el
rival con su muñón, impactó de cabeza el centro y en el minuto 89’ cerró la
victoria de Uruguay, el primer Campeón del Mundo.
Castro es
recordado como un héroe en su Montevideo natal, ya que anotó el primer gol de
Uruguay en la historia de los Mundiales y el gol que les dio su primera
Copa. En 1935 consiguió con su selección una nueva Copa América y en 1936 dio
fin a su carrera como futbolista. Sumó un total de 145 goles en 231
partidos, tres campeonatos ligueros de la Primera División de Uruguay en
1924, 1933 y 1934 con Nacional; y 30 tantos en 54 encuentros, las Copas
Américas de 1926 y 1935, el oro en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928 y
la primera Copa del Mundo con su selección. Sin embargo, no dejó el fútbol
del todo, fue el técnico de su
equipo, Nacional, y allí llevó
al conjunto a conseguir las ligas uruguayas en 1940, 1941, 1942, 1943 y 1952.
Además, en 1959, apoyado por la prensa y por los aficionados al fútbol de su
país, se convirtió en el entrenador de
la selección Uruguaya. Presentó la renuncia al cargo pocos meses después
de aceptarla en medio de un mar de misterio. Dos semanas después, el mundo futbolero y Uruguay lloraron la muerte de
uno de sus ídolos.
El 15 de septiembre de 1960 fallecía Héctor Castro a la edad de 55 años
debido a un ataque cardíaco, coronado del todo como una leyenda del fútbol
uruguayo y mundial. Clave en la época dorada del fútbol en Uruguay, tanto en
Nacional como en la selección absoluta. Un
ejemplo de superación y de fuerza de voluntad. El Manco que abrazó la gloria.